El
perreo intenso que tumbará el régimen en Cuba
Lejos de lograr que el reguetón deje de ser uno de los
ritmos musicales más acogidos por los jóvenes en Cuba, la prohibición a este
género que se instauró recientemente en la isla de los Castro lo que hará es
que se vuelva de culto.
Aunque su prohibición se circunscribe solo a lugares
públicos, pues según el Instituto Cubano de la Música este género, actualmente uno
de los preferidos por los jóvenes en Latinoamérica, es “vulgar, banal y
mediocre”.
Y tienen toda la razón, si bien es cierto que el reguetón
por lo general (aquí si vale generalizaciones) trata en sus letras a las
mujeres como objetos sexuales, también es cierto que son las féminas las que
más los escuchan, lo bailan y lo promueven.
Lo anterior se puede comprobar asistiendo a discotecas o
fiestas familiares. La demora es que suene un reguetón y las mujeres gritan
alborozadas y se paran a bailar de una manera, digamos, no muy recatada, porque
se mueven en sugestivas poses sexuales (en últimas todo baile es una
provocación sexual).
Hasta en las chiquitecas y bautizos los más pequeños
bailan reguetón.
Y aclaro que no me gusta el género, pero tampoco tengo
nada en su contra. Antes del reguetón, lo más sensual para bailar, en Colombia
por supuesto, era la lambada, la salsa y los vallenatos y, después de la
aparición del ‘perreo intenso’ los jóvenes logramos conquistas sexuales que
antes nos tomaban más tiempo concretar.
Y eso fue lo que lo hizo tan popular. Cuando llegó a
Colombia y empezó a sonar en emisoras predije erróneamente que era una moda que
pasaría rápido. Más de diez años después aún sigue sonando con insistencia en
emisoras y discotecas y hasta en Cali, la capital mundial de la salsa, el
reguetón la ha desplazado de las preferencias musicales de los más jóvenes.
Tanto que ahora ya se habla de la generación del
reguetón. Y en cuanto a lo que pasará en Cuba con esta prohibición, bien lo
resume el cubano Ocetálo Baena: “Cuanta estupidez. Podrán prohibir pero no
pueden impedir. Con eso sólo lograrán lo contrario: darle al ‘reggaeton’ valor
político como forma de resistencia”.
Es así como en poco tiempo oiremos a los anticastristas
cantando proclamas contra el régimen en rimas de perreo intenso.